Destinados como el Ave Fénix
Luego de seis meses de estar apartado de lo que eran mis actividades habituales; sumergido en una profunda reflexión y redefinición de mi pensamiento sobre diferentes aspectos de la vida, incluyendo, la publicación regular de mis artículos, he vuelto a tomar la pluma para con tinta indeleble dejar en la posteridad lo que, seguramente, pueda calificarse en lo adelante como un exabrupto de juventud.
Durante ese tiempo ponderé asuntos en el ámbito familiar, personal, espiritual, profesional y de amigos. Valoré experiencias y consejos. He sabido de todo. Cosas buenas y malas. Hasta se me advirtió de una “amistad” que ha utilizado su vida ociosa, vulgar e ignorante para desahogar su envidia y presagiar cenizas sobre quien escribe. La misma, honestamente, todavía no ubico entre las cosas buenas o malas.
Pero, hace poco, asistí a un evento que me hizo cesar la distancia, el silencio y la reflexión, por ver figurado lo antes dicho, nada menos, que en: la leyenda del ave Fénix.
Figuras de leyenda
Es imposible hablar de figuras legendarias que simbolicen levantamiento y fortaleza, sin mencionarlo. La mitología lo refiere como un animal marino, con características monstruosas y de gran poder. Se cuenta que en la época en que la navegación imperaba en europa y el mundo, desapareció naves completas con una furia espantosa terminada en catástrofe. Ese es el leviatán.
Tiene distintas acepciones y contextos, aunque su común denominador entre sus diferentes espacios es la fuerza, monstruosa y brutal, de cuando es provocado. Su aspecto es de serpiente o dragón, con dimensiones inconmensurables.
El destacado filósofo inglés, Thomas Hobbes, escribió una obra de carácter social y político que se conoce como Leviatán, al que en su introducción se refiere de la siguiente manera: “Nadie hay tan osado que lo despierte. De su grandeza tienen temor los fuertes. No hay sobre la tierra quien se le parezca, animal hecho exento de miedo. Menosprecia toda cosa alta; es rey sobre todos los soberbios”.
Algunos sostienen que, Hobbes, se refería al Estado. Otros creen que hablaba del pueblo. Sin embargo, a nuestro entender, se refiere al hombre que, por mucho tiempo, acumula experiencias, pensamientos e ideas; atraviesa un proceso dialéctico-racional y culmina en la voluntad y la acción manifiesta, entonces, en el bien o el mal. En sendos escenarios con una fortaleza sinigual.
Por otro lado, la biblia tiene un personaje igualmente de leyenda, su nombre: Lázaro de Betania, quien aparece en diferentes momentos bíblicos. Pero que es conocido, especialmente, por ser un símbolo de la resurrección.
Dice la palabra que Jesús visitó a Lázaro en diferentes ocasiones. Sin embargo, en la última visita, Lázaro no se encontraba con vida, estaba muerto. De inmediato, pide verlo y junto a él, dice que Lázaro está dormido, haciendo referencia a la muerte. Pero, quienes allí estaban, no entendían, hasta que el Hijo de Dios les explica con claridad que estaba muerto.
Después de un diálogo desesperante, Jesús vio la oportunidad para clamar al Todopoderoso y dar una prueba de su providencia.
Así ocurrió. Jesús alzando su mirada al cielo dijo: “Padre agradezco que me hayas oído. Siempre lo haces. Pero lo he dicho para que esta gente sepa que Tú me has enviado”. Entre sollozos y oraciones de quienes espectaban, Jesús, en voz alta, ordena: “¡Lázaro, ven, levántate y camina!”. Su fe y la de su familia lo había resucitado.
Asimismo, cuando se habla de historias de lucha, fuerza, levantamiento y resurrección, la mitología nos guarda una figura, verdaderamente, fascinante: el ave Fénix.
Existen muchas versiones sobre el ave Fénix. Filósofos, historiadores, poetas y astrólogos han escrito bastante sobre esta ave singular. El primero en estudiar el Fénix fue Heródoto. Del mismo modo, Dante, en su Divina Comedia, versa sobre el ave como símbolo vibrante del renacer de los seres.
La historia universalmente conocida del Fénix es que sufre una muerte generada por el fuego, y, de cuyas cenizas, renace. Es el referente mundial del resurgimiento, la resurrección e inmortalidad. Sin embargo, al propio tiempo, representa la delicadeza y templanza, ya que vive únicamente del rocío y no se le reconoce capacidad de dañar a ningún ser vivo.
Esta ave, única en su especie, no se reproduce de forma ordinaria. La misma se sirve de plantas aromáticas y hierbas para hacer un nido que, con la energía que emana de su fortaleza interior, lo enciende en fuego hasta consumirse en sus propias llamas y quedar en cenizas. De estas renace por 500 años. Según la leyenda, con mayor esplendor, fortaleza y energía para los nuevos tiempos.
Resurgir
El extinto presidente estadounidense, Teodoro Roosevelt, dijo: “Es duro caer, pero es peor no haber intentado nunca subir”. Es decir, al igual que las figuras antes expuestas, lo verdaderamente trascendente es, reflexionar para reinventarse, y, hasta resurgir de cenizas si es el caso.
Así como a esas leyendas, nos pasa a los seres humanos. Muchas veces experimentamos logros y éxitos imperceptibles, que son apreciados cuando se cae o se desciende.
En el ejercicio de repensar a que hemos hecho referencia, he identificado que cuando más alto uno se encuentra y cuando mejor va en su camino, se intensifican las diatribas y conspiraciones alrededor de quien, con esfuerzo y sacrificio sinigual, trabaja por una causa.
Además, otro indicador de que uno va por una vía efectiva hacia el éxito son los elogios pomposos y sobreabundantes, que, en el fondo, revisten la maledicencia de la que están corroídas las almas mefistofélicas y perversas. Ya lo diría el extinto Dr. Joaquín Balaguer, en su Tebaida Lírica, con estas palabras: “Odio al que escondió en el bouquet de rosas de un elogio, una mal disimulada flor de envidia”.
Pero ante el éxito inacabado, los falsos elogios y las caídas aparentes, debe primar la humildad. Esta es la que hace que los logros se mantengan y sean reconocidos por quienes, con su bohomía, ponderan objetivamente las características de un hombre honrado. También hace que siempre se pueda resurgir con fe y optimismo.
Cuentan que cuando Albert Einstein conoció a Charles Chaplin le dijo: “Lo que más admiro de su arte es que usted no dice una palabra y aún así todo el mundo lo entiende”. A lo que aquel genio del humor, respondió: “Gracias. Pero su gloria es todavía mayor; el mundo entero lo admira cuando nadie entiende una palabra de lo que dice”.Ahí, precisamente, esta la humildad. Esa es la clave para las caídas y las reinvenciones.
En fin, para resurgir, como condición indispensable, hay que tener un espíritu humilde.
La fortaleza del leviatán descansa en la monstruosidad de su poder, la de Lázaro yace en su fe y la del Fénix estriba en su energía interior que lo consume hasta renacer de sí mismo. Por nuestra parte, deberá ser, la paciencia y mansedumbre para entender los procesos de la vida. Pero, todos, sin excepción, llamados a lo mismo: levantarse.
Siempre habrán altas y bajas, caídas y resurgimientos. Lo importante es nunca perder de vista la causa que nos mueve, la meta que nos despierta cada día a trabajar. De esa forma, culminar en éxito, contra viento y marea, es algo ineluctable.
Se trata de alejarnos a reflexionar instrospectivamente y replantearnos volver a nuestro espacio natural, o, al de los destinados como el ave Fénix: a emerger de sus propias cenizas.
De hecho, algunas veces, hasta de las cenizas que no son más que, el vil deseo de los resentidos.