Primera vez en La Habana
En la madrugada del 25 de noviembre del 2016, recibí un mensaje de mi padre que decía: “Caramba, mi niño, cuanto lamento no haberte llevado a Cuba con el comandante vivo”.
Se refería, evidentemente, al líder histórico de la revolución cubana y una de las figuras mundiales más emblemáticas del siglo pasado: Fidel Castro.
Don Nelson, poseedor de un sólido dominio de la historia social y política de Cuba, siempre me ha conversado sobre sus estudios y visitas al hermano país. Por tanto, desde niño, ha despertado un profundo interés en mí.
Por razones obvias, suponíamos que la desaparición física de Fidel traería consigo algunos cambios para el pueblo cubano, y no quería perderme la mística de una Cuba gobernada por un Castro. Así que mi deseo de ir a la más grande de las Antillas cobró matiz imperativo.
A principios de este año 2018 se hace publica la noticia de que Raúl Castro, cesaría en sus funciones como presidente, el 19 de abril. Al conocer tal novedad nuestra visita ya era acuciante.
Es precisamente, en marzo de este año, en una conversación con el ex presidente Doctor Leonel Fernández, entre otras cosas, me dijo: “Ocurre que a finales de marzo estaré cumpliendo compromisos en Cuba…”; inmediatamente indagué la posibilidad de acompañarle, y, en chanza, respondió:“Por supuesto, pero con la condición de que haga extensiva la invitación a su padre”.
No pudo ser mejor. Tuve el inmenso placer de acompañar junto a mi padre, al Doctor Fernández en su viaje de cinco días a la ciudad de La Habana, Cuba. Además, le seguían su habitual equipo de trabajo y el empresario dominicano Guillermo Sención.
Una semana en La Habana
Así, Don Nelson y yo, llegamos a La Habana. Lo que parecía un sueño, se había convertido en una realidad. Nos adelantamos un día a la estadía del presidente.
Fuimos a los lugares históricos y pintorescos de la ciudad: la plaza de la revolución, el capitolio, museo de la revolución, la catedral, la Bodeguita del Medio, El Floridita, entre otros. Cada sitio era precedido o seguido de una breve explicación de mi padre, quien había visitado La Habana en ocasiones anteriores.
Con la llegada del Doctor Fernández el viaje se intensificó en todos los sentidos. Pues debía cumplir con una agenda de compromisos previos como: la inauguración el XIII Encuentro Internacional de Estudios Políticos y Sociales celebrado en la Universidad de La Habana. Allí tuvo una ponencia titulada: “Un mundo en transformación: tendencias globales en una época de cambios”.
No solo fue una conferencia magistral, sino, más bien, un evento magistral. Así se evidenció en la marcada disciplina de los profesores y estudiantes cubanos; en la profundidad de sus preguntas y la agudeza de sus analisis.
Los días siguientes participamos en diferentes coloquios, exposiciones y paneles con motivo a la celebración del Bicentenario del nacimiento de Karl Marx.
Por consiguiente, podrán imaginarse como me encontraba yo, cual estudiante tomando notas frente a tantos intelectuales.
En primer lugar, ante mi padre y el presidente, dos eruditos del saber y los hombres que más admiro en la vida; por su presteza para el conocimiento y su probidad de gente incólume.
Y, en segundo lugar, frente a tantos profesores avezados en: filosofía, historia, política, metodología, derecho, física, etc.
Nos llamó profundamente la atención conocer jóvenes que, no alcanzan los treinta años de edad, con dos doctorados, por ejemplo, en filosofía y derecho. Es decir, personas inquietas por el conocimiento que, a temprana edad, han hecho de la formación académica un estilo de vida.
De la teoría a la práctica
En distintos momentos de nuestra estadía, entre desayunos, almuerzos, cenas y paseos por librerías y lugares históricos, siempre surgía una conversación informal en la que hablábamos de diferentes temas. En especial, recuerdo dos casos concretos.
En una ocasión, dice Don Nelson: “Ahora Presidente, amigos, me ha sorprendido la limpieza que mantiene La Habana”. A lo que asentí diciendo:“Me sorprende más la poca cantidad de contenedores de basura que hay esparcidos por la ciudad”.
Y es que, en efecto, así fue. El nivel de conciencia del ciudadano cubano se muestra en el aseo de sus calles y avenidas. Es decir, es casi inexistente la mala costumbre de tirar desperdicios fuera de lugar. La mejor prueba de esto es la ausencia de canastos de basura por doquier.
En otro momento, mientras analizábamos el costo de la vida para los cubanos, el reconocido empresario Guillermo Sención, dilecto amigo del presidente y hombre poseedor de una sabiduría natural, me lanza, a manera de examen, la siguiente pregunta: “Borja, ¿para qué sirve el dinero?”. A lo que yo, sorprendido, respondí: “Yo diría, Don Guillermo, que para realizar cosas”. Sus palabras siguientes fueron: “¡Muy bien! Yo le agregaría: 1) para servir y 2) disfrutar de las cosas buenas que tiene la vida”.
De esa manera, lo que fue el inicio de una intensa reflexión sobre el dinero, aún inacabada, cesó en estas tres cosas, sirve: 1) para realizar iniciativas e ideas 2) para servir y 3) para disfrutar de las cosas buenas que tiene la vida.
Por consiguiente, lo que he pretendido compartir es que, mi primera vez en Cuba, en La Habana, como han podido apreciar, ha estado cargada de teoría, pensamiento y acción. Fue una experiencia sinigual, única y altamente enriquecedora. Tanto así, que el solo hecho de escribirla y plasmarla para la posteridad en estas letras, más que constituir una invitación implícita a hacer turismo, es una muestra fehaciente del significado especial que guarda en mi.
En todo caso, de eso se trata la vida; de conocer, reflexionar, aprender, disfrutar, pero, sobre todo, de transformar. Con enseñanzas como éstas, teóricas y prácticas, se transforma el mundo y aprovechando el conocimiento y la sabiduría de nuestros mayores.
De La Habana me traje a Santo Domingo, vivencias, libros, nuevos amigos, y lo más interesante: deseos de volver.
Si se me pidiese describir esta experiencia con una sola palabra, sin rechistar, diría: ¡Memorable!
Finalmente, en palabras de Neruda sería: “Muere lentamente quien no viaja, quien no lee quien, no escucha música, quien no halla encanto en sí mismo”.
¡Cuanta razón!
Para la proxima ve a Varadero y Santiago. Cuba es un destino supra cultural minado de gente buena, muchas sonrisas y excelente música.
Grande Borja excelente post!
“Muere lentamente quien no viaja, quien no lee quien, no escucha música, quien no halla encanto en sí mismo”.
Concuerdo, tebis toda la razón. Yo agregaria; quien sólo se sirve a sí mismo, muere lentamente.