El milagro dominicano

Luego del último periodo gubernamental del extinto Doctor Joaquín Balaguer, la República Dominicana entró en una etapa de profundos cambios y franca modernización. Dicho proceso se extendió desde el gobierno central a la sociedad dominicana, en todos sus ámbitos: económico, político, cultural, social, etc.

Dada la notable transformación a la que fue sometida la república, en connotados círculos internacionales se le denominó “El milagro dominicano”.

Esto así, porque mientras en América Latina algunas de las principales economías se desplomaban a niveles álgidos y escalofriantes, nuestro país, sin embargo, exhibía uno de los índices de crecimiento económico más altos, no solo de la región, sino del mundo.

Evidencia del milagro

La modernización ha sido la principal característica de esa etapa, que se aprecia a través de las diversas iniciativas que desde el gobierno central se llevaron a cabo, tales como el inicio del pago electrónico a los servidores públicos, lo que contribuyó a la eliminación de los reconocidos “cambia cheques”, que cada vez se alzaban con sumas millonarias provenientes del esfuerzo de la empleomanía pública; también en la expedición de placas de vehículos, licencias de conducir y pago de los impuestos, que empezó hacerse de manera automatizada y vía internet.

Esa modernización se puede constatar, igual, en la conversión de las instituciones gubernamentales de un modelo análogo a electrónico, lo que se logró tras la instalación de centenares de computadoras y servicio de internet en las instituciones públicas, en las escuelas y liceos públicos. Se recuerda aquel ambicioso proyecto de instalar computadoras en todas las escuelas públicas del país, del que hoy se ven sus frutos.

También se evidenció claramente en las importantes obras de infraestructura que se levantaron en todo el territorio nacional, especialmente en Santo Domingo y Santiago, con la construcción de túneles y elevados, lo que cambió radicalmente la fisonomía urbana de estas ciudades. Este sector alcanzó su punto máximo en lo adelante, con la construcción del Metro de Santo Domingo, el más avanzado de toda la región.

En el ámbito de la salud puede notarse en la construcción y remodelación de decenas de centros de salud en todo el país; impactando positivamente en la reducción de la mortalidad materna e infantil, en la cobertura universal de los partos institucionales atendidos por personal capacitado y en el aumento de la esperanza de vida al nacer es de más de 70 años.

Es notoria la modernización en el aumento anual del parque vehicular, en el número de electrodomésticos que se venden, en el aumento de la compra de bienes y servicios a través del internet, en los centros comerciales que se han instalado en el país, en los nuevos edificios de apartamentos y negocios que se construyen a la vanguardia. Igual se aprecia, en las grandes cadenas de supermercados que se han instalado, así como en los prestigiosos hoteles que han llegado como fruto de la confianza y la seguridad jurídica, que se le ofrece a la inversión extranjera.

Puede afirmarse también, que dicha modernización se muestra en el reconocimiento del país en todo el escenario internacional, rompiendo con su anterior aislamiento mundial; destacándose inclusive como líder en el Caribe y Centroamérica, para orgullo y satisfacción de todos los dominicanos.

En fin, puede asegurarse sin dejar el menor resquicio a la duda, que luego de esa transición de liderazgo nacional, salvo algún período de excepción, la República Dominicana ha sido dirigida por una visión de futuro sin igual y por principios patrióticos preclaros, que la ha colocado en el mismo trayecto del progreso y el desarrollo.

Otro milagro

Así como los logros antedichos que conforman el “milagro dominicano”, en las Sagradas Escrituras están contenidos cada uno de los milagros que hizo Jesús; cuando convirtió el agua en vino (Juan 2, del 1 al 11), cuando curó al hombre con espíritu inmundo (Marcos 1, del 23 al 28), cuando sana a la suegra de Pedro (Mateo 8, del 14 al 17), la curación de un paralítico (Mateo 9, del 1 al 8), en fin, hasta la curación de un leproso  (Mateo 8, del 1 al 4); y todos ellos, tienen en común la fe puesta en el Todopoderoso.

Por ejemplo, en estos momentos, la percepción que se ha tenido de los procesos de alianzas y acuerdos, es que no ha primado el consenso. Esto se traduce, en lo traumática que ha parecido la escogencia de los candidatos a la presidencia, al congreso y a las alcaldías.

Es por ello, que se pudiese pensar que solo un milagro similar, libra a la nación del sombrío panorama político/electoral que observan algunos analistas desde abril del año pasado. Dentro y fuera de los partidos.

Finalmente, al parecer, para concitar el apoyo de la mayoría de los electores en el próximo certamen electoral y triunfar, es ineludible la providencia del liderazgo nacional que logró la transformación y modernización del país, erigiéndose nueva vez como el “milagro dominicano”. Desdeñar eso, sería sencillamente, una vil blasfemia.

El ángel dominicano vuelve a ser invitado con fe y devoción, a esparcir su aura ecuánime, pacífica y unitaria; para así lograr nuevas victorias. He ahí cuando, precisamente, aparece el milagro que evidencia vida eterna: la resurrección.

Al final, en efecto, solo Dios hace tales milagros.

 

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