La otra cara de la venganza

Es Edmond Dantés el personaje central de la novela El Conde de Montecristo, obra del laureado escritor del siglo XIX, Alejandro Dumas (padre). Es una pieza de amor, traición y rencor. Se desenvuelve en un contexto de convulsión política francesa por los años 1800. La misma, recrea una vida plagada por desventuras que culminan en un plan deliberado para resarcirlas, tarde o temprano, una por una.

En el año 2002 aquella obra cumbre fue hecha película. Ahí se recogen las escenas más dramáticas que atravesó el Conde de Montecristo para lograr vengarse de quienes lo calumniaron, traicionaron y apartaron del entorno para ser enviado a una prisión aislada a morir tras los barrotes.

Su mejor amigo, Mondego, conspiró para hacerlo preso y así provocar su desaparición para quedarse con su mujer.

Así ocurrió. Mercedes, mujer de Edmond, se fue a vivir con Mondego al mes de haber sido encerrado, criando con este último al hijo producto de su relación con el primero.

Tras su encierro en el Castillo de If, Dantés, se preguntaba por qué su mejor amigo le habría hecho eso, ya que siempre le había profesado admiración y lealtad a su compañero de mil batallas. Allí permaneció trece años. Al principio, la pena lo estaba derrotando. No tenía ánimo para nada. Su amargura lo llevó al punto de pensar e intentar suicidarse en diferentes ocasiones.

En ese momento álgido de su existencia, como si fuese enviado por Dios, conoce al abate Faria. Era un sacerdote francés, que había sido encarcelado por alegar desconocimiento sobre dónde se encontraba un tesoro propiedad del Conde Spada. Faria era un hombre noble, poseedor de una vasta sabiduría.

Ese encuentro selló el inicio de una amistad sincera. Cada uno compartió las razones que lo ubicaron ahí. El sacerdote le mostró un túnel que estaba cavando para escapar, y, Dantés, se sirvió de su juicio para dilucidar los hechos que le habían ocurrido. Así transcurrió el tiempo: entre cavar el túnel y conversar sobre sus angustias y anhelos.

Al cabo del tiempo el clérigo muere. Por tanto, es lógico pensar que Edmond quedaría totalmente solo en prisión. Pero no fue así. Precisamente con la muerte del sabio llega la libertad para Dantés. Este aprovechó que lanzarían el cadáver al mar para hacerse pasar por el muerto y quedar libre.

Así mismo fue. Sin mayores contratiempos, quien había sido injuriado, traicionado y encarcelado injustamente, se encontraba en libertad y con un plan de venganza.

Un plan deliberado

Frente a aquel panorama tétrico que le crearon “sus más cercanos amigos y su mujer”, no contaron con su astucia. Pues es natural decaer ante tanto oprobio y maldad.

Sin embargo, hay personas que cuanto más hondo llegan, más fuerzas encuentran; que cuanto más fuertes son los ataques, más ágiles y astutos son en responder, muchas veces con igual o mayor destreza, y, con cosas irreparables como quitar la vida.

Así pasó con Dantés. Al llegar a costas extrañas sale airoso de un duelo con piratas. De ahí, quien había sido su combatiente, Jacopo, terminó siendo su mejor aliado y pasó a formar parte de esa agrupación bajo el nombre de Zatara.

Pocos meses después, se aparta del grupo para perseguir su objetivo. Junto a Jacopo va tras lo que había sido su mayor secreto desde que se hizo libre: el tesoro del Conde Spada. Faria, minutos antes de morir, le había dado las instrucciones de cómo llegar a el.

Ya con el tesoro bajo su poder, comienza a deliberar el plan con Jacopo y se da un diálogo aleccionador. Jacopo le dice: “Sea cuales sean sus problemas, se terminaron. ¿Qué quiere comprar?” A lo que Edmond contestó de manera lacónica pero contundente:“Venganza”. Continúa indicando los nombres de quienes se vengaría, uno por uno y Jacopo contesta: “Esta bien, matamos esa gente y disfrutamos del tesoro.”

Es ahí donde se pone de manifiesto la sabiduría absorbida del sacerdote. Su respuesta a aquello fue la siguiente: “No, Jacopo, los estudiaremos, aprenderemos sus debilidades… La muerte es muy buena para ellos. Deben sufrir lo que yo he sufrido. Deben ver su mundo, todo lo que quieren, siéndoles arrancado como me fue arrancado a mí.”

 

Al final Jacopo accede y le sugiere que lo debe hacer bajo un nombre que represente mayor dignidad y arraigo. De ahí surge entonces: El Conde de Montecristo.

Más allá de hacer una invitación a la venganza, lo que se pretende constatar es la inteligencia a la que puede arribar una persona decidida a tomar ese camino que, generalmente, suele ser subestimado. Es así, cuando golpe tras golpe se pierden señales de vida de la víctima, quien, si es hábil, se aparta de los espacios y círculos habituales para reaparecer y poner su plan en marcha.

Así ocurre también en la trama de la película The Revenant, que en español sería: El Renacido. Al igual que en la vida real: en el empresariado, en la sociedad y en la política.

Por supuesto, el autor, en aras de evitar que no lean sus escritos futuros en forma de venganza por la extensión de este, deja lo que sigue para una segunda parte de este título.

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