A mis amigos II

A principios del siglo XX, en un barrio de Nueva York, unos jovenzuelos se hacen estrechamente amigos y deciden formar, bajo juramento, una pandilla con la pretensión de hacer dinero rápidamente.

 

Así ocurrió. Se formó “el equipo”. Estaba compuesto por David Aaronson, a quien apodaban “Noodles”, lo que traducido al español sería ¨fideo¨, ya que era bastante delgado. Además, Maximilian Bercovicz “Max”, Patrick Goldberg “Patsy”, Philip Stein “Cockeye” y Dominic.

 

Se habían jurado ser fieles y leales hasta la muerte. Se paseaban por la ciudad juntos todo el tiempo. Se dedicaron a trabajar unidos por y para su causa. Se defenderían unos con otros de todo cuanto les amenazara. Ese era el compromiso.

 

Luego, desafortunadamente, en una balacera cae abatido Dominic. Ante esa tragedia, todos se cubrían y observaban, en lontananza, como fallecía quien había sido el primero en jurar por su hermandad. Pero, el único que no permaneció indiferente a tal agresión fue Noodles, quien salió en defensa de su amigo hasta vengar su muerte.

 

En lugar de Dominic, entra Moe Gelly “Fats”. Por tanto, la banda siempre fue de cinco miembros.

 

Sin embargo, ese relato no es más que la trama de la película “Once Upon a Time In America”, que en su traducción al castellano sería: Érase una vez en América.

 

La película y la realidad

 

Pese a ser una película, no deja de ser real. Por el contrario, su realismo nos hace reflexionar sobre cómo se forman los grupos, cómo se relacionan, cómo es la reciprocidad de los afectos, etc.

 

Probablemente, en la cultura latina más que en otra, los amigos, para hacer trabajos comunes, lograr objetivos, hacer política y hasta negocios, muy pocas veces hablan desde la sinceridad, la confianza y el respeto absoluto. A veces queda algo sin decir, quizás, por temor a zaherir el afecto que los une.

 

Pero para que las buenas relaciones perduren en el tiempo, no hay mejor fórmula que la confianza, la sinceridad, la lealtad y el respeto absoluto. Ella deshace cualquier situación que, por mayor o grave que sea, jamás superaría el cariño que ha de suponerse en una amistad sincera.

 

Empero, puede pasar que esa fórmula sea unilateral y, en consecuencia, la reciprocidad de los afectos sería desigual. Por consiguiente, la relación se tornaría tensa, incómoda y quebrantada.

 

Por ejemplo, en la citada película, Max y Noodles cultivaron una profunda amistad de acuerdo a su afinidad de pensamiento respecto de la vida y conforme al objetivo común que todos, recónditamente, albergaban.

 

Max era obtuso, avaro y apegado al dinero; Noodles, por su parte, era más idealista, analítico y romántico. Nunca exigía sus partidas ni méritos. La única vez que utilizó suficiente dinero fue para cumplir su sueño de compartir con la joven que amaba desde su adolescencia. En cambio, el primero tuvo de pareja a una joven mercurial y superficial que, presumiblemente, poseía un buen corazón.

 

Ocurre que Noodles guarda silencio y se distancia por un tiempo. A su regreso encuentra a Max sentado en un mueble especial y, sorprendido, le pregunta: ¿Qué es esto? A lo que su “entrañable” amigo respondió: “Es un trono. Un regalo a un Papa. Me costó ochocientos dólares”. Pregunta nueva vez: ¿Y qué estás haciendo con él? Y de forma desquiciada respondió: “Me estoy sentando en él”.

 

Aquello dejó a Noodles estupefacto. Puesto que, evidentemente, la codicia y las crecientes posibilidades de adquirir dinero y poder ubicadas frente a los ojos de Max, le impedían ver la preocupación de su viejo amigo que jamás había hecho otra cosa que, servirle desinteresadamente y honrar su amistad con absoluto respeto y rendida lealtad.

 

El perdón

 

No hay mejor manera de excusarse que con hechos. Las acciones hablan por sí solas. Eso se logra reflexionando sobre qué provocó la malquerencia y comprometiéndose a hacer lo posible para que no vuelva a ocurrir.

 

Muchas veces cuando una relación de amistad se lacera, por la razón que sea, vuelve más fortalecida y más alerta a evitar desavenencias. Así, su permanencia en el tiempo se hace más probable que nula.

 

Sin embargo, la disculpa que reviste mayor humildad y sinceridad es la que se expresa claramente. Ella comprueba la veracidad de la retractación y el real compromiso de continuar de manera honesta y fiel a dicho vínculo.

 

Perdonar engrandece, más aún, pedir perdón. Para algunos pedir perdón es una sencillez, mientras que para otros perdonar y olvidar es casi una misión imposible, aunque lo valedero será hacer lo que nos corresponda desde la humildad, la mansedumbre y la honestidad.

 

Pero no suele ser así. En la película, por ejemplo, justamente cuando el equipo necesitaba reencontrarse, perdonarse y resurgir, Max participa de una operación que prometía grandes sumas de dinero para todos, en cambio, Noodles entendía que  esa aventura terminaría con la agrupación y se mantuvo al margen.

 

Así fue. En aquella operación fueron muertos dos de los cinco grandes amigos. Max, por su parte, siguió con su ambición desmesurada de poder y dinero, para convertirse en político. Más tarde, fue acusado y perseguido por supuestos actos de corrupción hasta suicidarse. En cambio, Noodles se fue lejos, bajo otra identidad, con la conciencia tranquila de no haber sido arrastrado por la vanidad y la codicia; habiéndose mantenido firme a sus principios y creencias, más aún, a la amistad sincera que una vez atesoró.

 

En fin, dicho filme lo he recomendado, en reiteradas veces, a quienes he entendido mis amigos más íntimos. Ya que, en el mismo se puede apreciar cómo se relaciona un grupo en busca de un objetivo común. Asimismo comprender la humildad y el perdón en una amistad verdadera.

 

 

En todo caso, propicias son las palabras que alguna vez pronunciara el extinto Dr. José Francisco Peña Gómez, que dijo: “He recibido ataques feroces, a veces frontales, a veces con venenos más sutiles, como ahora. Pero yo los perdono. Mis adversarios pueden contar conmigo, con mi perdón”.

 

Ese es el gran reto de los amigos de verdad: el perdón.

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